Desde el inicio de los contagios por COVID-19 en el año 2020, este índice no ha conseguido regresar al nivel que se registró previo al brote vírico. “La pandemia provocó un serio deterioro de la actividad económica, del mercado laboral y de la calidad de vida de las personas, generando un aumento significativo de la pobreza y desempleo”, indicó Alberto Morisaki, gerente de Estudios Económicos de la AAP.
Con el paso de los meses, la reactivación paulatina de los diversos sectores económicos, así como la suspensión de algunas restricciones establecidas durante el Estado de Emergencia, han permitido que el empleo se recupere, aunque dicha mejoría se ha dado principalmente en el empleo de baja calidad, precarizando el mercado laboral, si se compara con años anteriores, agregó el economista.
Asimismo, precisó que, tras el cambio de Gobierno, “se incrementó la incertidumbre entre los agentes del mercado acerca del manejo económico del país, provocando una fuerte salida de capitales entre otros aspectos. Una situación que generó, en parte, el incremento del tipo de cambio, y con ello, sumado al aumento de los precios internacionales, el encarecimiento de un importante número de productos de la canasta básica familiar”.
Finalmente, Morisaki indicó que las razones mencionadas explican, en buena parte, por qué el índice de confianza del consumidor no ha logrado recuperarse a diferencia de otras variables económicas. En ese sentido, añadió que, mientras se mantengan dichos aspectos, así como la desconfianza en el discurso del Ejecutivo sobre el futuro de la política económica del país, que a su vez deteriora el entorno necesario para el aumento de la inversión privada (y, por ende, de empleo de calidad) las expectativas de los consumidores se mantendrían en terreno pesimista.