CORRUPCIÓN CERO CON TRANSFORMACIÓN DIGITAL

Por: Renzo León-Velarde, gerente general de Digiflow, empresa de transformación digital de la Cámara de Comercio de Lima.
 
Renzo León Velarde gerente general de DigiflowEn la reciente campaña electoral se habló de la corrupción como el principal problema del país y fue (casi) el tema central del proceso. En paralelo, no se habló en lo absoluto de tecnología ni de la transformación digital del Estado.

Un buen gobierno no solo representa estabilidad y capacidad de brindar servicios públicos de forma efectiva para el país. También debe centrar sus esfuerzos en ofrecer un abanico de oportunidades de crecimiento, desarrollo y calidad de vida para todos los ciudadanos. Sin embargo, históricamente este ideal de gobierno ha sido frenado por los niveles inaceptablemente altos de corrupción, que se conocen en diversos sectores de manera indiscriminada y aparentemente imparable.

La tecnología genera gran optimismo, al mismo tiempo que temor al corrupto, al constituirse como elemento esencial de solución definitiva, resumida en la tan mentada transformación digital del Estado. Nos permite inmediatamente incorporar mecanismos que faciliten el monitoreo, control y detección de malos usos de recursos públicos o mala gestión, así como una articulación firme y transparente interinstitucional no solo para fiscalizar sino para ser más eficientes y colaborativos. Entendiendo que el dinero que administra el Estado proviene de los ciudadanos a través de sus impuestos, son estos recursos los que permiten su funcionamiento y deben ser correctamente gestionados.

Resulta muy interesante imaginar un Estado lleno de semáforos digitales que permitan detectar rápidamente los puntos donde “algo está pasando” o “algo se está haciendo mal” y corregir de inmediato antes de lamentar mayores consecuencias. Es así como la transformación digital se posiciona como vía fundamental para fortalecer un sistema de atención y vigilancia, sumando KPIs para los líderes, participación ciudadana en seguimiento y denuncia, entre muchas otras medidas que puede posibilitar una reinvención del Estado en en rápido camino hacia la corrupción CERO. Una vez iniciado el proceso, en apenas seis meses se puede generar un nuevo modelo piloto y replicable en todas las instituciones públicas. Esta replicación permitiría además una detección de redundancias, duplicidades, ineficiencias y brechas burocráticas desde el día uno, además de compartir buenas prácticas y experiencias entre instancias que normalmente no se comunicaban, gracias al uso de la inteligencia artificial.

En paralelo a esta revolución digital como estrategia anticorrupción, es importante establecer criterios generales de comportamiento y acción frente a prácticas corruptas, por parte de los ciudadanos. Re educarnos para ser auténticos ciudadanos digitales. Un ejemplo de ello, se refleja en la concientización en el uso de las boletas electrónicas, mediante las cuales se podrá evitar la defraudación fiscal, el lavado de activos y el desvío de recursos. Toda información digitalizada aportará con la precisión y fiscalización de tareas contables, además de la inmediatez de su análisis.

Tanto el uso de la tecnología como la gestión de actores probos y capacitados, incentivarán controles automatizados que involucren a los ciudadanos en la lucha contra la corrupción. Un modelo de transformación digital que además de fortificar una nación con identidad y sentimiento de orgullo, ahorra millonarios presupuestos y optimiza resultados en corto tiempo.

La motivación para implementarlo de inmediato puede ser igual a la razón por la que aún no se hace: este es el inicio de un círculo virtuoso e irreversible de corrupción cero. Ojalá el poder político entrante se incline del lado correcto de la balanza y nuestro país dé el salto al mundo digital al mismo tiempo que el salto definitivo fuera del hoyo de la corrupción.

Solo basta querer.