Agricultura eficiente en América Latina a través de la tecnología
Los latinoamericanos todavía tienen muchos menos dispositivos conectados que la mayoría de los norteamericanos, pero están aún más ansiosos por adoptar la tecnología del Internet de las Cosas (IoT) que la población mundial.
Hasta 90 por ciento de las empresas latinoamericanas encuestadas por Forrester Consulting estaban interesadas en explorar soluciones de IoT, en comparación con 80 por ciento en todo el mundo[1]. MicroMarket Monitor predijo que el mercado de IoT de América Latina tuvo un valor de 44.4 mil millones de dólares en 2019[2].
Casi todas las industrias pueden usar algún tipo de solución de IoT para agilizar sus procesos. Algunas de las oportunidades más significativas se encuentran en sectores donde los países latinoamericanos tienen una ventaja competitiva, como la agricultura y la minería.
En poco más de tres décadas, para 2050, se espera que la población mundial crezca de 7.6 a 9.8 mil millones, por lo que aumentar la producción de alimentos será de vital importancia para satisfacer la demanda mundial de alimentos.
La agricultura es una fuente importante de empleo en América Latina y el Caribe, particularmente en las zonas rurales donde 54.6 por ciento de la mano de obra se dedica a la producción agrícola. La región es una fuente importante de alimentos a nivel mundial, que genera 13.6 por ciento del total exportaciones agrícolas.
Varias barreras han impedido que el sector agrícola de la región alcance su máximo potencial, incluidos algunos de los niveles de productividad más bajos del mundo, la baja inclusión financiera y la falta de resistencia a los choques externos, como los causados por el cambio climático y la pandemia mundial de Covid-19.
Reconociendo el impacto positivo que las herramientas de la agricultura digital pueden tener en la productividad, los ingresos y la resiliencia al cambio climático, las partes interesadas del sector agrícola en América Latina están implementando una serie de herramientas destinadas a aliviar los puntos débiles y beneficiar a aquellos en la cadena de valor agrícola, tanto en el suministro como en el lado de la demanda.
Las nuevas tecnologías, como los sensores de IoT, los drones, los satélites, la Inteligencia Artificial y los macrodatos están respaldando cada vez más las herramientas de agricultura digital en la región. Los sensores, drones y satélites de IoT están automatizando la recopilación de datos, lo que hace que el proceso sea más eficiente y preciso para los actores del ecosistema.
Mientras tanto, la Inteligencia Artificial y el análisis de macrodatos permiten datos más ricos, personalizados y procesables para que los pequeños agricultores aumenten la producción y disminuyan los costos. Entonces, ¿cómo hacer la agricultura más inteligente y eficiente a través de la tecnología?
La agricultura productiva y sostenible es una ciencia. Para los productores comerciales, el rendimiento agrícola -y, por lo tanto, los ingresos- depende de una serie compleja de insumos controlables y factores externos. Sin embargo, en los mercados emergentes, muchos de estos procesos aún son manuales.
¿Qué es la Agricultura 4.0?
Es una nueva era en la producción de alimentos que aprovecha la tecnología digital y el IoT para satisfacer con mayor precisión las necesidades de los cultivos, los agricultores y los consumidores.
Durante la última década, las empresas de maquinaria y biotecnología han estado recopilando predicciones meteorológicas precisas a través de datos de suelo, humedad, plantas y hongos para expandir sus negocios y ganancias. Cuando la industria de la informática y las telecomunicaciones entró en el negocio, nació la Agricultura 4.0.
Hasta la fecha, a nivel mundial, la GSMA ha identificado 38 soluciones de agricultura inteligente implementadas para el beneficio de los pequeños agricultores en los países en desarrollo. América Latina ha tardado más en implementar soluciones agrícolas 4.0[3].
Sin embargo, hay buenos avances en América Latina. Han surgido diversas startups que llevan el liderazgo en el sector. Por ejemplo, IoT ayuda en Chile a los agricultores a manejar plaguicidas y plagas de polillas a través de cámaras y sensores que funcionan con energía solar que permiten a los agricultores monitorear sus trampas para polillas desde lejos, en lugar de visitar cada una individualmente. Estos sensores también rastrean la humedad y la temperatura[4].
Otra solución es administrar los cultivos almacenados en bolsas de silo utilizando una lanza que monitorea el calor, la humedad, el dióxido de carbono y el movimiento. Permite a los productores de granos monitorear el estado del grano almacenado en silos al aire libre mediante un algoritmo que combina la medición de CO2, temperatura y humedad para identificar la presencia de procesos biológicos que pueden conducir al deterioro del grano[5].
En las granjas de peces hay un excelente ejemplo de implementación tecnológica en Chile. Esta solución monitorea la alimentación de los peces con Inteligencia Artificial para ahorrar dinero y proteger el medio ambiente al desperdiciar menos alimentos. Utiliza sensores, cámaras y algoritmos para proporcionar datos constantes sobre hábitos de alimentación de peces para que puedan crecer de manera más eficiente[6].
En México, Luxelare es plataforma que ayuda a los productores a administrar sus cultivos utilizando tecnología de drones y satélites. Los agricultores pueden utilizar imágenes satelitales para analizar su cultivo, identificar problemas como plagas, y tomar mejores decisiones. Con información meteorológica, pueden anticipar olas de calor y heladas. Los agricultores pagan 10 dólares por año por hectárea y tienen acceso a videos para aprender a usar la tecnología. La plataforma ya cubre más de 200 mil hectáreas de cultivo y cuenta con alrededor de 500 usuarios[7].
Además de la agricultura en sí, hay un nuevo generador de negocio en Agricultura 4.0
Muchas grandes empresas que ofrecen servicios gratuitos venden datos de usuarios. En 2018, las empresas norteamericanas gastaron casi 20 mil millones de dólares en datos de terceros, 17.5 por ciento más que en 2018.
Las grandes empresas avanzan
Huawei, junto con otras corporaciones agrícolas e informáticas estadounidenses y europeas, se han visto envueltas en el desarrollo inicial de la Agricultura 4.0.
Huawei, junto con China Telecom y Yinchuan Aotoso Information Technology, llevaron a cabo un proyecto piloto en 2017 en la ciudad de Yinchuan, China. La plataforma llamada “Vacas Conectadas” consiste en colocar collares o chips en el cuello, patas o cola de cada vaca para medir el pulso, temperatura, pico de fertilidad y movilidad. Esto ayuda a los ganaderos a reducir la mortalidad al nacer y mejorar la productividad. El sistema también se puede utilizar en burros, caballos, ovejas y cerdos[8].
Huawei quiere llevar el concepto de las vacas conectadas de China a Asia-Pacífico y América Latina. En países como Costa Rica, Perú y Uruguay ya existen servicios locales de “Internet de las Vacas”.
Los facilitadores
Ahora bien, para que se geste el ecosistema de manera más rápida y eficiente, se requiere de facilitadores que impulsan la adopción de soluciones agrícolas digitales por parte de pequeños agricultores en América Latina y el Caribe, siendo estas:
- Conectividad y cobertura.
- Adopción de teléfonos inteligentes.
- Adopción de dinero móvil.
- Aumento de la clase media / ingresos.
- Ecosistema agritech vibrante.
- Mezcla de cultivos apta para digitalización.
- Políticas gubernamentales / regulatorias (GSMA).
La conectividad de la red es esencial para la implementación exitosa de la mayoría de las herramientas agrícolas digitales, aunque algunas herramientas de asesoría digital, DFS agrícolas y adquisiciones digitales, tienen la capacidad de trabajar fuera de línea cuando un usuario del servicio está fuera del alcance de una red móvil.
Sin embargo, incluso en estos casos, un usuario debe poder acceder a la red periódicamente, ya sea a través de una red móvil o un punto de acceso Wi-Fi, para descargar los conocimientos más recientes o cargar información.
La cobertura de la red sigue siendo un obstáculo para los actores del ecosistema agrícola, particularmente en países de Centroamérica, Colombia y México.